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27 Heliodoro cayó inmediatamente a tierra sin ver absolutamente nada. Rápidamente lo levantaron y lo colocaron en una camilla. 28 Y así, a Heliodoro, que con gran acompañamiento y con toda su guardia había entrado en la sala del tesoro, tuvieron que llevárselo a cuestas, incapaz ahora de valerse por sí mismo, mientras reconocían claramente el poder de Dios.

29 Y en tanto que por la fuerza de Dios aquel hombre quedaba derribado, mudo y sin esperanza de salvación,

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